lunes, 8 de noviembre de 2010

La pulsera de la ministra.

Me duele ver a la gente con pulseras milagrosas, también a la ministra de sanidad. Cuando ví la foto me cabreé, de buena gana habría escrito cosas de esas acerca de la ciencia y lo alejada que estaba de ella quien iba a encargarse de la salud, pero es mejor escribir en frío, así que lo aplacé. Entonces te das cuenta de que no es para tanto. Si fuera una cadena con un crucifijo nadie hubiera puesto en cuestión la valía científica de la ministra, ni tan siquiera hubiera sido suficiente para adscribirla al opus. Si hubiera sido un ministro varón y viejo se le habría dado por supuesta cierta experiencia en algo y le habrían vilipendiado menos, probablemente ni tan siquiera se habría preocupado nadie de destacar la famosa pulsera curalotodo en los encuadres tipo lupa. A un señor mayor, la pulsera de plástico se le habría supuesto regalada por un nieto, un detalle simpático, pero está visto que una mujer joven debe tener más cuidado.
Al final me alegro de no haberme metido con la ministra. Después de todo nunca me han caído bien los hombres viejos que abundan en los ministerios. Me importa más la ilusión por el futuro de los jóvenes, la motivación de una mente que todavía mezcla ingenuidad con la reciente experiencia que la sesuda indiferencia de los que de tan sabios están por encima de todo lo que a mi me importa. Esperemos a juzgar a la ministra por sus decisiones. Y a ser posible en frío.

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