martes, 9 de noviembre de 2010

Médicos y coqueteos

Hoy sale un artículo en El Mundo titulado algo así como que los médicos coquetean con la industria farmacéutica, dando a entender que algunos médicos serían capaces de modificar una receta en respuesta a presuntos regalos.
Visión de la industria: si se promociona el fármaco invirtiendo tanto, se incrementan las ventas en tal porcentaje, eso es bueno para los médicos porque se benefician de la promoción, bueno para la sociedad porque se genera trabajo, bueno para la empresa porque su finalidad es hacer negocio.
Visión del médico: me ofrecen un fármaco nuevo con estadísticas en papel couché asegurando que es mejor recetarlo, me pagan viajes a congresos y me ayudan a investigar subvencionando aparatos electrónicos, apenas me sugieren que me acuerde de ellos cuando no les cuadran las cuentas a fin de año, todo el mundo lo hace, repito todo el mundo.
Visión del paciente: me recetan fármacos para mis enfermedades y para evitar mis futuras enfermedades, la medicina ha avanzado una barbaridad, todo el mundo me insiste en que haga caso a mi médico, que cumpla los tratamientos, que no me automedique, de todas formas no entiendo por qué pululan tantos viajantes de medicamentos en los ambulatorios, si los médicos están ya formados ¿qué pueden aportarles de nuevo los señores del maletín y la corbata?
Respuesta del escéptico: en cada tratamiento de una enfermedad existen tres clases de resultados: curación evidente, fracaso calamitoso o respuesta ambigua. En el primer y en el segundo caso está claro lo que hay que hacer. Frente a la respuesta ambigua, lo razonable sería que se distribuyeran los casos a tratar de forma neutral y personalizada a cada paciente, con unos pacientes se probaría el fármaco y con otros se evitaría tratarles. La promoción simplemente intenta desplazar dicha neutralidad hacia sus intereses. Cuando la base de pacientes es enorme y las dudas sobre la indicación persisten se imponen las campañas más agresivas.
Ejemplo prostático: un hombre no puede orinar y lo consigue con un fármaco K, deja de tomar K y vuelve a dejar de orinar, vuelve a tomarlo y vuelve a orinar, parece claro que debería tomar K. El segundo paciente no consigue orinar a pesar de tomar K, evidentemente no debería tomar K. El tercer paciente tomando K consigue orinar, pero cuando lo deja sigue orinado bien, no está claro qué le pasó en un principio, no está claro qué le pasará en los siguientes meses, podría dársele K por si acaso, pero no le hace ningún efecto positivo con claridad y se marea al tomarlo. Papel de la subvención: no permitir que el paciente deje de tomar K, no preguntar por los efectos secundarios a no ser que el paciente se queje, apostar por los efectos preventivos a largo plazo de K, repetir este papel en todos los prostáticos, aceptar la invitación a café del viajante de K y contarle anécdotas, ya que le encanta reír tus chistes.

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