sábado, 20 de noviembre de 2010

Racionalismo o libertad

Rationalism or freedom.

En general las novedades en la cultura, la ciencia o la técnica se asocian a una mejoría respecto a lo anterior. De hecho, desde la edad media hasta nuestros días no se ha dejado de mejorar en casi todo. Por eso me ha llamado mucho la atención las historia de John Ruskin (1819-1900), que criticaba los avances renacentistas respecto al individualismo del gótico medieval. Veía este romántico en la plaza de San Marco de Venecia dos edificios, uno con irregularidades en cada columna, donde cada ventana difería de la de al lado por las ocurrencias del trabajador al que le tocó realizarla, y lo comparaba con el otro edificio de enfrente, más nuevo, sometido a las normas arquitectónicamente avanzadas que el arquitecto impuso de forma regular y predecible a cada trabajador. Según Rusking se avanzaba en la arquitectura, era más feliz el dueño del edificio, y quizás el arquitecto, pero se había sometido la voluntad, la creatividad y por tanto la libertad de los cientos de trabajadores que ya no podían rematar los ladrillos como a ellos les pareciera. El resultado anulaba la belleza de la improvisación gótica sustituyéndola por un mecanicismo alienante.
Yo siempre he pensado que la liberación del hombre individual se incrementaba desde la edad media hasta nuestros días, y el uso de la razón era el más firme aliado de este principio, pero lo que me ha hecho feliz es la aventura, la poesía, la musica y la explosión de los sentimientos que supuso el romanticismo en los tiempos de Ruskin. El racionalismo nos da herramientas para sobrevivir mejor en la naturaleza, pero el romanticismo nos exalta los sentimientos que nos hacen felices. Estudiando ciencias comprendemos cómo funciona el universo, admirando los cuadros de Turner nos emocionamos contemplándolo.
Del mismo modo la ciencia nos enseña cómo enfermamos y morimos y nos enseña alternativas para sortear la enfermedad o sustituirla por otra cuando nos resignamos a los efectos secundarios de los tratamientos, pero son los artistas los que nos estimulan los sentimientos que nos hacen felices y es nuestra libertad individual la que debe decidir.
Ante un cáncer de próstata la ciencia nos propone alternativas sin la presión de otros cánceres que matan o sanan con gran previsibilidad. En esta patología la razón se humilla ante discutibles estadísticas, la enfermedad se queda en un ente virtual frente al paciente que no la sufre con dolor. La libertad individual debe despertarse en el que decide sobre su propia vida por encima de lo que le presiona el sistema social. Igual que Rusking advertía que la industrialización facilitaba la vida a muchos burgueses pero a la vez restaba libertad a la mayoría de los obreros, la sociedad empuja a una mayoría de asegurados a consumir medicina racional según unas guías y unos protocolos por encima de las consideraciones de los sentimientos. En el caso de los pacientes de cáncer de próstata, un discutido y misérrimo porcentaje de curaciones por encima de unos años más de felicidad sexual.

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